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Separados por una estación, perdidos en el tiempo

Recordó la conversación acerca de la Teoría de la Relatividad Especial que había tenido con uno de sus amigos físicos mientras golpeaba frenéticamente la puerta del vagón. Trató de mirar hacia la cabina del conductor pero fue en vano, el tren empezó su movimiento y en segundos se desvanecería en la oscuridad del túnel. Lo último que logró ver de ella, fue su mano pegada a la ventana; después de eso, sólo quedó el silencio envuelto en una ráfaga de aire seco y empolvado.

Se arrepintió de no haber bajado las escaleras más rápido, de haberse detenido a mirar el reloj; incluso de haber dejado pasar a una anciana en la entrada. Un segundo lo hubiese cambiado todo aunque ya no importaban cuantos segundos pasaran. Miró su reloj: habían pasado veinte. Quizás el tren ya estaba en la otra estación. Él, sin duda, todavía estaba allí, en el mismo lugar.

Se había cansado de preguntar por algún oficial, alguien que lo pudiera ayudar. Pero, ¿que podían ellos hacer? La idea de llamarla al teléfono celular murió antes de nacer, recordó que a esas profundidades no había señal. Ya habían pasado veinte segundos más. Su incertidumbre aumentaba, su cerebro se llenaba de ideas sin sentido, cosas que para ese momento no debía pensar. Recordó otra vez esa conversación acerca de la relatividad, recordó que nunca entendió nada de lo que le habían dicho. Sin embargo, por alguna extraña razón, lo relacionaba con su situación. Pensaba en esos supuestos gemelos que envejecieron a tiempos distintos. Por algún momento le pareció ridículo suponer que ella estaría envejeciendo sólo por que ella se movía y él no. "El tiempo es capaz de dilatarse" le había dicho su amigo. Él no lo había entendido en ese momento y seguía sin entender. Recordó que el gemelo en movimiento, viajaba a la velocidad de la luz y ella no. ¿Acaso eso importaba? "¿Por qué estudié arquitectura?" Pensó. Su cerebro divagaba, no sabía ya cuántos segundos habían pasado. Seguramente ya el tren en el que ella viajaba había llegado a la otra estación.

El ruido del próximo tren sacudió las ideas en su cerebro. Todavía no se había movido de su lugar. Cuando las puertas se abrieron enfrente de él, dudo por un momento en entrar. Observó que el segundero de su reloj apuntaba al 9. Se inclinó hacia adelante y entró. Esta vez sí lo pudo hacer. Hace unos minutos su novia había logrado entrar y él no. Recordó que era eso lo que lo tenía en esa situación. Por primera vez, pensó en lo que ella debía estar pensando. Se tranquilizó, ella debía estar esperándolo en la otra estación. Estaba seguro de eso. Ya su problema había terminado. Miró otra vez su reloj: el segundero todavía le sonreía al nueve.

Mmm...me dejo inquietud este metro-cuento.
Posiblemente el no debia tomar aquel tren, puede que el que tomo su novia se haya descarrilado...
o atraveso hacia otra dimension.

Hay tantos "y si..." en nuestra vida cotidiana, que perder el tren equivocado seria el menor de los males.

Esto me recordo a las muchas veces que los subterraneos han sito utilizados metaforicamente como vehiculos de acceso al "mas alla".

P.D.: Me disculpan la divagacion...son las 12:35 y tengo mucho sueño.

me gustó este metrocuento ;) eeesooo zord las descripciones quedaron finas. seguiré visitándolos. saludos.

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